Éste verano llevé a mi hijo de diez años al pueblo, la perspectiva de pasarse un par de semanas sin Adsl le molestó bastante. A saber lo que mirará un niño de esa edad en la red. “¡Pues claro que tengo el filtro de menores activado!, ¿por quién me han tomado?” Hice lo que cualquier padre hubiese hecho con un crío que no para de berrear, entrar en la primera juguetería y comprarle un regalo para que se estuviese calladito. Encontré una kit de (magia fácil para niños), en mis tiempos la llamábamos de otra manera, “pero no es cuestión de hacer publicidad gratuita”. Cuando se la di y descubrió lo que era se entusiasmó, ese mismo día se leyó el libro que incluía trucos sencillos con cartas, pelotas y pañuelos de colores. Imaginé que se le pasaría la tontería en un par de días, pero no fue así. Nos dejó a todos perplejos cuando se acercó a mi madre, y le preguntó si ella sería capaz de hacer una capa de mago. Al día siguiente su abuela, “que es una virtuosa con la aguja”, ya le tenía preparada una preciosa capa negra. – Tiene más bolsillos secretos que la de Judiny.- Me confesó mi madre, orgullosa de su obra. En el libro además venía un patrón para fabricarse una chistera con doble fondo, eso fue cosa mía, “yo soy más virtuoso de cartón y tijeras”. Tendrían que verlo que feliz estaba, repitiendo sin parar: (¡abralacabra, abralacabra!), “cualquiera le llevaba la contraria”, haciendo aparecer pelotitas de colores por todas partes varita mágica en mano. “Sí, insoportable”. Decidí hacer una visita a unos parientes que vivían cerca y que tenían una pequeña granja, para dar un respiro a la familia. Salimos, él por supuesto con su nuevo atuendo, y me preguntó: - Papá, ¿Manuel tendrá conejos? - “Lo que faltaba…”. Manuel estuvo encantado de ceder uno de sus conejos, para catapultar la incipiente carrera de mi hijo como mago. Nos enseñó los que tenía, estaba yo pensando cómo explicarle a mi mujer la adquisición de una de aquellas apestosas criaturas cuando, de entre todo ese amasijo de pelos apareció la Marilyn Monroe de los conejos. De pelo blanco, grácil, con una elegancia de movimientos que hasta yo supe apreciar. Mi hijo se quitó la chistera y sin decir nada saltó y espero obediente a que el pequeño la escondiera en el falso fondo. Aquel conejo era un pura sangre, había nacido para el estrellato, no cabía duda.
Volvimos temprano, mi madre estaba en la cocina y mi padre en el salón viendo las noticias. Ansioso por enseñar su nuevo ayudante en el espectáculo de magia, mi hijo fue corriendo a la cocina, anunciando a pleno pulmón: – ¡Abuela, abuela! ¡Mira lo que me ha dado Manuel!- Mi madre cogió el conejo por las orejas, lo miró y de un golpe seco le partió en cuello. – Éste para el arroz.-Dijo.
me ha dado hambre!
ResponderEliminarjudiny debe ser houdini, que no lleva capa ni espada sino cadenas y esposas!
;-D