Yo vi crecer a tu abuelo, mucho
antes de que aire se volviera irrespirable y los ríos cicatrices.
No muy lejos de aquí se
conocieron tus padres, juntos compartimos momentos inolvidables, sus risas rompían
la quietud de este bosque milenario. ¿Cuándo os daréis cuenta? Los campos de
naturaleza domesticada que llenan el horizonte morirán de inanición, y los
siguientes seréis vosotros, ¿es que no lo veis? Habéis malvendido vuestro
futuro y el de vuestros hijos.
Si supieras los secretos que se
esconden bajo la sombra de las hojas que te rodean. La energía limpia que
lleváis años buscando está aquí mismo, a tu alrededor. Las criaturas que desahuciáis sin ningún reparo, podrían daros clases de reutilización de recursos,
bioenergía y sociología. Pero aunque oís, no escucháis. Miráis pero no veis.
Hace ya tanto que no sentís, que no entiendo cómo podéis siquiera afrontar un
nuevo día. Si tan solo pudiera haceros ver, si tan solo podría hacer que me escucharás…
- Aquí hace un calor infernal.
Engancha la pinza de una maldita vez y vayamos a casa. Tengo ganas de pillar
una buena curda. ¡Se puede saber qué haces mirando ése árbol como un pasmarote!
Aprisa, ese ejemplar debe pesar por lo menos treinta toneladas, sacaremos un
buen pellizco. – Dijo el piloto del buldócer.
- Ya voy, ya voy.- Contestó. Una
extraña sensación se adueñó de su voluntad por una fracción de segundo. Pasó
las cadenas dando un abrazo a la enorme mole, antes de desprenderse dijo:
- Lo siento, de veras lo siento.-