El chamán abría la marcha hacia
el jardín secreto, de su boca salían sonidos guturales intercalados con unos “chak
chak” de lo más graciosos, aunque parecía hablar muy en serio. El intérprete de aquel lenguaje,
todavía sin catalogar, no encontraba palabras en nuestro limitado idioma para
plasmar la realidad que me estaba describiendo, se quedó mirando mis botas y
dijo:
-Dice que es tierra sagrada, que
se descalce.- El chamán me golpeó en los pies, airado por la profanación de
aquella capa de musgo. Al cabo de unos pasos tenía los pies llenos de cortes.
- Kuala Lu bendijo ésta tierra
con sus lágrimas, y gracias a ellas nacieron las Bulas, las madres de todas las
plantas.- La vegetación que nos rodeaba se cernía sobre nosotros, saludaba al
chamán, éste les devolvió el gesto y
siguió su narración, sin saber cómo ya no necesitaba intérprete para
entenderle. -Kuala Lu lloró por ver la tierra marrón y sin vida, por eso creó
las Bulas. Y aquel que no respeta a las Bulas perece bajo su poder, dime hombre
de ciudad, ¿respetáis vosotros a Kuala Lu?- Caí al suelo, pude reconocer siete
clases de plantas altamente venenosas y alucinógenas antes de desmayarme.