-Ya quedamos muy pocas. Hay un vínculo especial entre nosotras, ésta oscuridad y el confinamiento en un espacio que apenas nos permite movernos, es algo que une más que cualquier cosa. No recuerdo cómo fue, ocurrió de repente, en medio de la noche. Se llevaron a la primera de nosotras y unos segundos después antes de poder narrarnos los horrores que estaba viendo, se llevaron a la siguiente. Fue terrible, dicen que la sumergieron en un líquido casi hirviendo, intentó aferrarse a la vida, pero acabó ahogándose. Después vino la oscuridad.-
-No veo nada, y no puedo moverme. Ahora sólo quedamos dos, le pregunto a mi compañera de encierro cómo se llama, para intentar tranquilizarla. Dice que María, mi madre también se llamaba así, le contesto. Le digo que no se preocupe, que estaremos juntas hasta el final, pero son promesas huecas, tal vez así consiga mantener la poca cordura que me queda. Cuando creía que la había hecho salir del abismo, rompe de nuevo en sollozos, me dice que a la última la hicieron pedazos y se la repartieron como salvajes. Le digo que no se preocupe, que a nosotras no nos pasará, pero me equivoco...-
-Una luz cegadora, y ahí está, nuestro verdugo, en una cosa acerté, compartiremos el mismo destino, pues nos han cogido a las dos. -
-¡Andrés, cómete las galletas de una en una o te atragantarás!-
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