Patricia despertó aquella mañana
como tantas otras, con el príncipe del reino de los sueños incapaz de dejarla
marchar, siempre igual, se abrazaba a ella en un vano intento de arrastrarla de
nuevo a la cama, pretendiendo que compartiera con él su corona intangible, era
un personaje de lo más insistente e irritable. Consiguió deshacerse de él, tras
frotarse la cara enérgicamente en la pica laboriosamente trabajada que adornaba
su dormitorio. La preciosa asistenta elfa apareció presta para ayudarla a vestirse
y asearse, como no podría ser de otra manera teniendo en cuenta su noble linaje.
Ella era la princesa Patricia, conocida en el ancho mundo por sus habilidades
mágicas y su extraordinaria belleza.
Una vez vestida, se dirigió
acompañada de su inseparable asistenta al comedor. Allí le esperaba un
maravilloso banquete preparado por los mejores chefs. Huevos de fénix, leche de
hipogrifo y las frutas más dulces y exóticas, recogidas una a una por sus
fieles sirvientes. Con el apetito saciado empezaba la ajetreada rutina de
la princesa.
Se dirigieron a las cuadras, el
carruaje real era tirado por un descomunal corcel color gris, adornado con el
escudo del reino, cuatro anillos que representaban los cuatro pueblos libres de
la alianza, aquella mañana irían al cuartel general. Su inigualable
inteligencia, era un pilar irremplazable para la guerra contra los gigantes.
Una vez allí se le informó de las novedades en la batalla, le encasquetaron la
coraza en previsión de un ataque por sorpresa y le facilitaron los planes de
batalla del día.
- Patricia es
una niña muy guapa, ¿a que sí?- Dijo la profesora del colegio de educación
especial, cerciorándose de que tuviese suficientes lápices para colorear los
dibujos que la tendrían ocupada el resto de la mañana.
- A veces creo
que vive en otro mundo, sabe usted. Dijo su madre a la profesora, mientras
acariciaba la cabeza de su hija con dulzura.
-Sí, parece
que a los autistas este se les queda pequeño.
FIN