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Con ésta van tres veces que deshago la maleta, pero es que en ésta no me cabe
nada. Mejor cojo la grande. El neceser,
secador de pelo, las cartas de amor para los vampiros… A ver ¿Qué más? ¡Las
zapatillas! ¡Por supuesto! no quiero que mis bonitos pies estén expuestos a
Dios sabe qué hongos, tendría que buscarme un novio micólogo... Ahora que lo
pienso, los zapatos rojos me quedarían divinos con el vestido negro, son tan
bonitos. – Saca los zapatos y se los
intenta calzar, pero le vienen pequeños. – Maldita sea, ¿tanto tiempo hace
que no me los pongo? ¿Y desde cuando engordan los pies? Recuerdo cuando Juan me
los regaló, era tan detallista. Fue decirle que me gustaba el color rojo y dos
de cada tres días me traía algo de ése
color. Un bolso, rosas, lápiz de labios... Por cierto, ¿Lo he puesto en el
neceser? Madre mía, que desastre... No acostumbro a pintarme los labios, pero
nunca se sabe. – Mete el pintalabios en
la maleta y se topa con un pañuelo para el cuello. – ¿Me estaré quedando
corta con la ropa de abrigo? ¿Qué tiempo hará? No se, mejor me llevo algo más.
Y el paraguas claro, con un poco de
suerte a lo mejor tengo ocasión de
compartirlo con alguien. Sí, eso es. Juntitos los dos bajo una suave lluvia
primaveral, notando el calor del otro, rozándonos como sin querer. Sería tan
romántico. – Se queda unos instantes con
la mirada perdida, sujetando el paraguas,
imaginando a su compañero en aquel paseo bajo la lluvia, casi le parece
sentir la humedad y el olor a tierra mojada. Un leve repicar la saca de su
ensueño.
– Andrea, ¿cómo tienes la maleta?- Le pregunta un rostro amable desde la
puerta. Andrea no responde.
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Mañana sigues, es hora de acostarse. ¿Sabes ya dónde irás?- Andrea la mira como si no la viese.
-Bueno,
si ésta noche te acuerdas se lo dices mañana al doctor. Venga vamos a ponerte
tu pijama favorito.-
La enfermera tiene
que pedir ayuda al celador para quitarle el paraguas a Andrea y poder ponerle
la camisa de fuerza.
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