Los dígitos del despertador se le
antojaban ojos que le observaban en la oscuridad, todavía no tenía muy claro si
con gesto de burla o de temor, ante las posibles represalias por ponerse a
sonar sabiéndole despierto, cinco minutos antes de las siete. Alzó el brazo con el puño preparado para destrozar el
pequeño artilugio electrónico, consiguió contenerse en el último momento. Anuló la alarma y dándole unos golpecitos
dijo: – Por hoy te has librado, mañana Dios
dirá.- Se sentó en la cama, se sentía más cansado que cuando se acostó.
Aunque ésa no era la palabra que definía su estado de ánimo. - ¿Vencido tal vez?, fracasado por supuesto,
humillado, engañado, traicionado.
Derrotado. Sí, tan derrotado como me sentí ayer y antes de ayer.-
Cinco años habían pasado desde que la
empresa hizo el ERE con el pretexto de pérdidas. Treinta años dejándose la piel
y así se lo habían pagado. ¿Pagado?, ni siquiera eso, aún no había visto un
céntimo ni del fondo de garantías.
Cincuenta y cinco años y en el paro. En
las pocas entrevistas que había hecho, le habían plantado delante unos
requisitos tan disparatados, que se quedaba atónito cuando le decían que el
sueldo sería de unos novecientos euros. Claro que al final siempre le acababa
llamando una jovencita para comunicarle que: “su perfil no se adaptaba al
puesto”. O sea que no querían a un maldito viejo.
Se levantó y fregó los pocos platos sucios
de la cena mientras preparaba café. – Por
lo menos he dejado el tabaco.- Pensó – He
tenido que dejar tantas cosas, el tabaco, el mercedes y a Mercedes. - Su
mujer lo había abandonado cuando dejó de
entrar dinero en casa. Ni siquiera se molestó en fingir la excusa de un amante.
– Te dejo, ya he malgastado demasiado
tiempo de mi vida contigo.- Rememoró las palabras de su exmujer. – Cierto, fue ella quien me abandonó.-
Se apoyó en mármol de la cocina, con
las manos aun mojadas. Al sentir la primera lágrima correr por su mejilla se
obligó a vaciar su mente de aquellos pensamientos, siguió fregando. – Eso es, mantén la mente ocupada, cuando
termines con la cocina te haces el baño que ya le toca.- Dijo. La expresión
le hizo recordar a Daniel, su ex jefe. – Cuando
termines de dibujar los esquemas limpia la mesa, que ya le toca.- Le decía
cada viernes por la tarde, y cada lunes la mesa estaba igual o peor que la
semana anterior. - Bendito cabrón, que
suerte tuviste de palmarla, y que a gusto te quedaste cuando le partiste los
morros al gerente.- Una idea cruzó su mente, desvió la vista y encontró lo
que estaba buscando, casi sin darse cuenta de lo que estaba pensando. Los
antidepresivos, junto a la botella de whisky, se los quedó mirando mientras
asimilaba el pensamiento suicida que
acababa tener. – ¿Y porqué no? Total, ya
no queda nada por luchar, nos lo pueden quitar todo, ¡nos lo están quitando
todo!, nos ponen un Barça Madrid y nos olvidamos del 15 M y todo lo que
representa. ¡A la mierda con todo! – Dijo. Cuando ya tenía la botella en la
mano, oyó un ruido, la cafetera. Se la quedó mirando, dejó la botella en el
mármol y apagó el fuego. – ¡Joder!, si
todavía no he tomado ni café.- El aroma a café recién hecho le templó lo
suficiente los ánimos como para tomarse un receso y ver las noticias. Se sirvió
una taza y puso la televisión.
Después de veinte minutos de desfalcos,
ERES, viajes del monarca a cazar elefantes y en general crisis, “perdón CRISIS
”, apagó la televisión. Echó un último vistazo al comedor, no era capaz de
evocar ningún recuerdo de aquella sala que le hiciera dar marcha atrás en sus
planes. En una estantería se encontró con un viejo álbum familiar escondido
bajo un fajo de revistas de su exmujer.
Lo desenterró de la avalancha de páginas
de moda e interiorismo y lo abrió. Se dio cuenta que estaba al revés demasiado
tarde, varias fotos cayeron a sus pies. Se arrodilló y cogió una al azar. Era
una foto en blanco y negro, tan vieja y quebradiza como hoja otoñal. En ella se
veía a un hombre de rasgos duros como la piedra, vestía pantalones de pana y un
chaleco de borrego. Posaba ante la cámara empuñando una especie de escopeta,
apoyándola en el muslo, como si fuese un cazador, pero sin la presa abatida
bajo la bota. Su mirada le llamó la atención, las décadas de encierro en aquel
álbum no habían conseguido robarle la determinación. Con solo mirarlo sintió
cómo una brizna de esperanza luchaba por abrirse paso en su pecho. Le dio la
vuelta, incapaz de enfrentarse un segundo más a ése rostro que parecía
gritarle. – ¡Tú eres capaz de lo que sea!
– Había algo escrito en el reverso: Valeriano
Porras Montero Revolucionario 1868. Su abuelo.
Él no tenía un trabuco, pero nunca se
le dio mal escribir, se sirvió una segunda taza de café y empezó un blog. -La revolución continúa.-
Este relato, es la triste realidad de MUCHA gente y como sigamos así, podría llegar a ser NUESTRA triste realidad...
ResponderEliminarMuy bueno.
...las décadas de encierro en aquel álbum no habían conseguido robarle la determinación...(a la mirada)
ResponderEliminar¡Brillante y motivador!