The kitten
advanced crouching, trying to remain hidden in the non-existent brush of the
roof. Suddenly, in a fraction of blink, gets driven with the back tips, blasts
wild against the inert bulk, pushes it with its tiny claws, jumps over it,
bites it and throws it away just to catch it again and continue with its funny
game. Bird’s parents watch the scene with resignation.

Cuentos para pasar un rato diferente. Se agradecen enormemente valoraciones constructivas. (No me ha gustado por " lo que sea" o lo contrario). Ésta es la página principal, a la derecha están las publicaciones, si no teneis demasiado tiempo escoged un microrelato, no os llevará más de 5 minutos leerlo.
sábado, 19 de mayo de 2012
miércoles, 16 de mayo de 2012
Relato: El cruce
Se despide del guarda de la fábrica con un gesto rápido de la
mano. Para en el ceda el paso de la entrada principal, tras asegurarse que no
viene ningún coche, se incorpora a la carretera dirección a su casa.
-¿Qué habrá querido decir con que se nota que no soy mecánico
de profesión? – pensó. – Tampoco me ha quedado tan mal, además en la industria,
prima la resistencia, no la estética. – Aquel monólogo interior, lo había
propiciado el comentario del nuevo encargado de los mecánicos, al examinar la
soldadura tosca y gruesa que había hecho para reconstruir una pieza partida.
En los últimos tiempos estaban cambiando demasiadas cosas en
el trabajo, y demasiado deprisa para su gusto. El incremento de la
productividad de la planta de años anteriores, había llamado la atención del
tiburón blanco de las multinacionales, que ofreció una cifra demasiado
cuantiosa para desdeñarla. Los nuevos dueños se deshacían rápidamente de maquinaria
obsoleta, introducían nuevos productos, nuevos métodos, más automatización y menos
puestos de trabajo.
Encendió la radio, con la esperanza de que algo de música
disipara las inquietudes que le rondaban la mente. El camino de regreso pasaba
por una zona industrial, en otros tiempos llena de actividad, incluso a
aquellas horas de la noche. Pero la crisis había vaciado de vida las enormes
naves, dándoles el aspecto de gigantes sumidos en un profundo sueño.
- ¿Qué habrá hecho de cenar hoy esta mujer? - se preguntó,
tenía hambre. Su novia lo pasaba fatal intentando preparar a diario un menú que
le sorprendiese y agradase. Aunque a él le daba igual, nunca había sido demasiado
exigente con la comida, siempre y cuando hubiese cantidad suficiente.
La intersección era peligrosa, una docena de flores
amordazadas en una de farolas que la iluminaban, recordaban a un motorista que
había perdido la vida la semana anterior. Dos coches oscuros, el de nuestro
protagonista y el de unos muchachos que verían su camino interrumpido por un
Stop, por un stop que no respetaron.
Un quejido ensordecedor del metal del coche, resistiéndose en
vano a la deformación, unos instantes de silencio y parece desaparecer la
gravedad, haciendo levitar la parte trasera del coche. El conductor se aferra
con fuerza al volante, mientras fragmentos de cristal le salpican el cuerpo como
una lluvia de granizo afilado. El mundo está del revés, o eso cree ver, antes de cerrar los ojos y rendirse a la
tremenda sacudida contra el suelo, que revienta los pocos cristales que han
soportado el primer impacto. El cinturón de seguridad se cierne sobre él con un
brutal abrazo protector, que le dejará amoratado durante días. El coche se
desplaza sobre el techo varios metros por la calle antes de detenerse, como un atleta
exhausto por el esfuerzo y la derrota. El
contenido del maletero que durante meses aguardaba paciente a ser ordenado, sale
disparado sembrando la calle de cds y herramientas, quedando mezclados con los
cristales y pedazos de plástico rotos que nadie podría recomponer.
Abre los ojos, apenas siente su cuerpo. La parte primitiva de
su cerebro se ha puesto al mando y no está para ese tipo de monsergas, hay
cosas más acuciantes. Alguien se le acerca corriendo, le pregunta cómo está
mientras él se intenta zafar del ahora inútil cinturón, que le mantiene del
revés. Sin conseguirlo del todo, responde. – ¡¡Estoy bien, pero no sé dónde
estoy!!- se da cuenta de lo alarmante que suena lo que acaba de decir y le
aclara. – Quiero decir que no sé si estoy en medio de un carril por el que
pueda pasar un coche y arrollarme, así que poned triángulos o bloquead la calle
o lo que sea!-
Se logra liberar, cae a plomo en el techo del coche, entre su
mochila, el móvil, cristales y no sabe qué más. Encuentra objetos largo tiempo
perdidos, la funda de unas gafas, la navaja de la mili, varios mecheros. El
motor del coche sigue en marcha, aunque ha cambiado su ronroneo habitual por un
sonido nada tranquilizador, lo para y saca las llaves del contacto. El
individuo que unos instantes antes se ha interesado por su estado vuelve. Ya ha
llamado a la policía, le informa.
Cuando consigue salir del coche por la puerta del acompañante,
se da cuenta de lo increíble del accidente. Busca el vehículo que le ha
arroyado, - debe haber sido un camión – piensa. Se sorprende sobremanera al ver
que no es mucho más grande que su propio coche, y que apenas si se le ha
deformado un poco el morro.
Cuando se acerca varias personas le vuelven a preguntar cómo
se encuentra, si está herido. La policía llega a los pocos minutos. Se repite
el interrogatorio. Varios agentes, cada cuál más corpulento que el anterior
toman el mando de la situación. A nuestro protagonista se le agota la dosis
extra de adrenalina, el dolor empieza a tomar posiciones y hacerse fuerte. Se sienta mientras un agente
con tono amable le pide que cuando se encuentre en condiciones le facilite los
papeles.
Saca el móvil, le envía un mensaje a su novia.
Cariño, cena tú. Yo llegaré tarde, tenemos una avería.
domingo, 6 de mayo de 2012
Relato: Memorias perdidas
-
La suerte cambia cuando menos te lo esperas en la partida de la vida. No hace
ni dos días, mi firma era aval suficiente para abrirle las puertas del porvenir
a los niñatos que hoy, se empeñan en robarme las medicinas para Dios sabe qué -piensa mientras rebusca en el armario en
que Paula, su difunta mujer, acostumbraba a guardar las aspirinas. – Nada,
aquí no están. ¡Maldita sea!-
Furioso
tras la infructuosa búsqueda, se dirige a ver a su hijo, pero no está en su
cuarto. Encuentra a su nuera planchando. Le recibe con una mirada cargada de
sentimientos que ya no sabe reconocer.
- ¿Dónde
está mi hijo? -pregunta secamente.
La nuera es incapaz de contener un bufido de
hastío.
-
Está en el trabajo, ya sabe que no vuelve hasta las cinco -le responde sin dejar de planchar.
Está
confuso. Claro que lo sabía, pero se le ha olvidado. Como se le ha olvidado a
qué se dedica su hijo. Responde altivo:
- Ya
lo sé, pero me dijo que hoy vendría temprano
–inventa para disimular una verdad que no se quiere reconocer ni a si mismo.
La nuera interrumpe su trabajo, esgrimiendo la
plancha con una mano le pregunta:
-
¿Se ha mirado el azúcar?-
-
Sí -miente. No confía en esa mujer que lo
separa cada día más de su sangre, llenándole la cabeza a su hijo de patrañas y
sinsentidos. Se oye la puerta de la calle.
-
¡Por fin!, te dije que vendría temprano -deja a su nuera planchando y se dirige al
salón. Quizá hoy su hijo tenga tiempo de charlar un rato. –Le hecho de menos -se oye decir, y le parece que es otro el que habla. Cuando llega
al salón le inunda un sentimiento de derrota. No es su hijo. Una adolescente,
su nieta, está jugando con un pastor alemán.
-
¿Se puede saber de dónde vienes así vestida? -le suelta a bocajarro. Como réplica no obtiene más que un “hola abuelo”
cargado de menosprecio.
-
Deberías estarme más agradecida jovencita, gracias a mí vives en esta casa. Tu
generación sólo sirve para gastar dinero e ir por la vida de flor en flor.-
Cada vez está más furioso, y no sabe
porque. - ¡Te he hecho una pregunta y espero
una respuesta!- La nieta no contesta. En
lugar de eso deja la mochila y sube las escaleras hacia el cuarto de su madre,
seguida por el cánido que no parece querer tomar partido.
-
Es el abuelo, ya está otra vez con la historia de siempre. Ahora dirá que le escondemos las medicinas -Oye mientras va en pos de su nieta, la ira
le acelera tanto la sangre que siente el palpitar de su viejo corazón en las
orejas. Irrumpe en el cuarto y ve a las dos conspiradoras - Claro, eso es -piensa.
-¡¡Vosotras,
vosotras tenéis la culpa de todo!! ¡¡Te vi, no te atrevas a negarlo!! Te vi
hurgando en mis cosas. Fue la semana
pasada, me escondiste mis medicinas. Las que me devuelven la memoria –está rojo como un pimiento, se lo nota. Se
empieza a marear.
El perro es el primero en darse
cuenta, deja su refugio y se acerca a él, sus dimensiones le permiten servirle
de apoyo. Mientras la nieta da tres
pasos hacia él y le contesta furiosa.
-
¡De eso hace un año, y te repito que estaba buscando una aspirina. Tus
chochadas me dan dolor de cabeza! –su
intención es continuar, pero su madre la retiene y le obliga a abandonar la habitación.
-
Esto no puede seguir así, nadie le esconde las medicinas -dice su nuera. Al verle incapaz de sostenerse por su propio pie le
ayuda a sentarse en la cama –¿De verdad que se ha mirado el azúcar?- Interroga por segunda vez.
–
No lo sé -balbucea -no…no lo
recuerdo -La realidad se torna difusa, las formas se descomponen y se mezclan creando
una niebla multicolor que le impide ver. Hasta el aire se ha vuelto más espeso,
imposible de respirar. El esfuerzo al intentarlo le agota todavía más. Su nuera
le deja solo. Siente impotencia, siente miedo.
Después de la inyección de insulina
todo vuelve a la normalidad, o casi. Durante la cena se ha establecido una
especie de tregua, la batalla tendrá lugar más tarde. Su hijo, al que ya han
puesto al día de las majaderías de su padre, apenas levanta la vista del plato,
solo para echar alguna mirada furtiva a la televisión. El anciano no prueba
bocado, todavía está intentando digerir la mezcla de emociones que tan amargo
rastro han dejado en su paladar. Cuando
todos han abandonado la mesa no se plantea más opción que irse a la cama, pero
su hijo le pide que se reúna con ellos en el salón. Por un momento se permite
el lujo de imaginar una escena idílica de familia feliz, que se reúne después
de la cena para charlar y reír mientras repasan las anécdotas del día.
Cuando ve los rostros que le aguardan,
sabe que no será así. Le han reservado un sitio en el sofá. Se sienta, a los
pocos minutos los gritos de su hijo retumbaban en la sala, la nuera y la nieta
no dicen nada, hasta el perro asiste al espectáculo.
-
¡Nadie te esconde las medicinas papá! ¡¿Cuántas veces te lo tengo que decir?!
La vida no gira en torno a ti, los que todavía servimos para algo tenemos
obligaciones y no podemos estar encima tuyo todo el día. -
No sabe qué replicar, no sabe qué
sentir. Su propio hijo le está propinando tal paliza de reproches, que ni él será capaz de olvidar, lo que peor
le sabe es que tiene razón. Se inclina y cierra los ojos sujetándose la cabeza.
Está intentando recordar, se esfuerza, pone todo su empeño en hilvanar una
escusa, un motivo, quizá un lo siento. Pero es incapaz, y toda esa impotencia
se torna en desesperación.
-
¡No se puede hablar contigo. Nadie te saca de tus trece! -termina su hijo, dejándole con el rostro escondida entre las manos. Uno
a uno, primero la nieta, luego sus padres, abandonan el salón.
Al final el único testigo de sus
lágrimas es el perro que reposa amable la cabeza sobre su pierna.
FIN
miércoles, 25 de abril de 2012
Relato: Mentiras
Cursé el último año de ingeniería eléctrica cuatro veces. No
es que fuese un torpe o se me hubiese atragantado alguna asignatura,
sencillamente me encontraba a gusto en ese ambiente. Fiestas, chicas y la existencia
tranquila del estudiante que, blandiendo la excusa de los deberes o un examen,
se pega una vida de lujo. Podía permitirme esa vida gracias a mi padre. Se
empeñó en que hiciera una carrera técnica, hasta tal punto que me advirtió que
no vería un céntimo de sus millones si no la terminaba. Sabía que fuera de
aquel piso de alquiler para estudiantes, me esperaba una vida bajo su férreo
control en la oficina, como uno más de sus lacayos.
Era miércoles, esperaba la llamada de un amigo que pasaría a
buscarme para ir a una fiesta de enfermería. Descolgué el teléfono: - Pablo,
¿dónde estás cabrón? – exclamé. No era Pablo, la voz del abogado de la familia.
–Señor Martín, me temo que tengo malas noticias, su padre a fallecido ésta
tarde de un paro cardíaco.- Una pausa para que asimilara la noticia. – Señor,
le ha dejado a cargo de la ingeniería.- Se acabó la fiesta.
Después del entierro se hizo la lectura del testamento. A mi
madre, su ex mujer, le legaba la mayoría de su fortuna, como si el dinero
pudiese redimirle de los años de abandono e infidelidades. No estaba presente,
hacía años que se había desentendido de nosotros, su abogado la representaba. A
mí, como ya me habían adelantado, me legaba
la ingeniería y el dinero necesario para pagar los sueldos a sus asesores
durante un año, además de todos los permisos y licencias necesarios. El albacea me proporcionó una carta. – Era
voluntad de su padre que la abriera el día que heredara el negocio.-Dijo. El
abogado de mi madre se la quedó mirando embobado, no era de extrañar pues la
carta estaba enmarcada con grapas, a modo de sellado auxiliar. Tal vez en sus
últimos días perdió el poco juicio que le quedaba. La guardé para leerla más
adelante.
Me tomé mi tiempo para buscar un piso de alquiler en la
ciudad, no tenía ninguna prisa por empezar mi nueva vida. Aunque los ayudantes
de mi padre tardaron poco en localizarme, esgrimiendo contratos y fechas de
entrega cercanas, me instaron a retomar el trabajo. Un mes después entraba en la
ingeniería. Saludé a mis nuevos empleados, les había conocido en el funeral,
apenas desviaron la mirada de las pantallas de sus cubículos. Me dirigí al
despacho de mi padre. Estaba tal y como
lo recordaba, atiborrado de objetos adquiridos más por hacer gala de poder
adquisitivo, que por armonizar con el ambiente, amontonados de mala manera en
estanterías cubiertas por un cristal de seguridad. Casi ni se veían las
paredes. La gran mesa en el centro de la habitación era lo único que no había
sucumbido a aquel caos. El portátil, un lapicero y una foto de mi madre cogiéndome en brazos,
como únicos pobladores.
Me acomodaba en la butaca cuando entró Carlos, ingeniero de
fluidos. Una vez cumplidas las formalidades, me plantó sobre la mesa el informe
de una obra para una futura presa, a juzgar por el sonido al aterrizar, debía
tener unas cuatro mil páginas por lo menos. – Espero que seas tan bueno como tu
padre, necesito que revises esto. Tengo que pasarlo a limpio para entregarlo
este jueves. Dime si ves algo que no te dé buena espina, eso decía tu padre
“ésta página no me da buena espina”.- Me lo quedé mirando, ¿en serio esperaba
que revisara eso en dos días? – Carlos, yo no soy mi padre, todavía no he
terminado la ingeniería, y apenas tengo experiencia, ¿Cómo pretendes que revise
tu trabajo y sea capaz de ver si hay algún error?- -Bueno, tú eres el jefe. Hasta luego y
suerte, llámame cuando lo des por
bueno.- Dijo en un tono de “que te aproveche el marrón”.
Intentando digerir aquella ensalada de cálculos, esquemas y
fórmulas llenas de signos que no había visto en la vida, un leve repiqueo en la
puerta me hizo levantar la cabeza. No estaba seguro de haber oído algo, así que
continué. Se repitieron los golpes, ésta vez más fuerte. - ¡Adelante! - Dije,
algo molesto por la interrupción. Era
Pedro, un físico de treinta y pocos, un individuo tímido y apocado, pero según
había oído decir a mi padre alguna vez, listo como el demonio. Me vino con la
misma historia pero una fecha diferente, la mañana siguiente debía estar
entregado el proyecto. El informe se titulaba “Análisis del termo-aislado axial
de los campos subBeta.”, aquello tenía que ser una broma. Pregunté a Pedro-
Dime, ¿tenemos algún campo de trabajo específico?, lo digo porque si esto es para Nasa conozco a quién podría
retrasar la fecha de entrega.-
No captó el tono sarcástico. – Puedo responderle en base a lo
que yo me he dedicado, que ha sido básicamente a la física de partículas, pero
era su padre quién asignaba los trabajos. No sé en qué han estado trabajado los
otros.- Aquello no tenía ni pies ni cabeza, según mi madre, mi padre era un
ingeniero de tres al cuarto que se dedicaba a firmar proyectos de pacotilla, el
dinero de verdad entraba por validar proyectos de obras que no cumplían los
requisitos legales. Era raro que no hubiese terminado sus días en la cárcel. Le
despaché con un gesto de la mano, antes de que se fuera le pregunté enojado: -
¿Y qué pasa?, ¿con lo listos que sois todos y no sabéis enviarme un correo con
toda la información? ¿No sabes que todo este papel me cuesta dinero?- Se volvió y contestó.- Eso mismo, con otras
palabras, le dije un día a su padre, pero él insistía en que todo debía
imprimirse. Buenas tardes.- Y se fue a su cubículo.
Con un tremendo dolor de cabeza me dejé caer hacia atrás en
la butaca. Debajo de la mesa estaba la caja fuerte, -¿y el código?- dije en voz
alta. Recordé la carta, abrí un cajón en busca de algo para ayudarme a quitar
aquellas grapas inútiles. El primero estaba lleno de pequeñas cajitas de
grapas, alineadas escrupulosamente, sobre ellas una maza en miniatura y un
soporte para golpear sumamente gastado. En el segundo cajón solo había grapas.
Definitivamente mi padre se había vuelto loco. Desistí de mi búsqueda y utilicé
una navaja en miniatura que acostumbro a llevar en el llavero, inofensiva pues
no cortaría ni la mantequilla, aunque útil para apretar los pequeños tornillos
de mis gafas. Con cuidado retiré todas las grapas y abrí la carta. Decía así.
Si
lees esto es que he fallecido prematuramente. Nunca me he molestado en conocerte,
ninguno de los dos estábamos por la labor. Cuando nos abandonó tu madre me sumí
en una pena atroz, y no quería contagiarte. Siempre te he querido. Si estás en
mi despacho utiliza tu imaginación, no te costará descubrir el secreto de mi
éxito. Y grápalo todo hijo, TODO.
Pd:
el código de la caja es 24-1-90
¿Grápalo todo? Qué gran ayuda. Y la combinación era la fecha
de mi cumpleaños, que típico. Abrí la caja fuerte, no soy un experto pero
parecía sumamente robusta, inexpugnable. Esperaba encontrar… no sé, algún
título de catedrático de física “que calladito te lo tenías padre”, o tal vez una lámpara maravillosa, con un genio
dispuesto a descubrirme cómo narices repasar esa cantidad de información en tan
pocas horas. Lo único que vi fue una simple grapadora. Un modelo antiguo de
metal, el uso había hecho retroceder la capa de pintura hasta escasos
centímetros en la base. Debía tener décadas. La sopesé, sin duda era maciza, la
coloqué sobre la mesa. Me arrodillé para tener una perspectiva completa del
interior de la caja fuerte, por si había pasado algo por alto, no había nada
más. Busqué algún doble fondo, aquello era demencial, pasé la mano con cuidado
y nada. Cerré la caja de un portazo.
Me senté de nuevo, releí la carta de mi padre, “siempre te he
querido”. ¿Cómo podía ser tan hipócrita? – ¡Tú la abandonaste!, ¡nos
abandonaste a los dos! Tu sed de poder era lo primero, ¿Quién acompañaba a mamá
a comprar a esas tiendas tan pijas?, no te importábamos nada, ¡nada!- Me
desplomé sobre la mesa, lágrimas de rabia corrían por mi rostro.
Tardé un rato en recomponerme, cogí el informe de Pedro y
empecé a leer para evadirme de aquellos sentimientos, no tardé en encontrarlos
demasiado herméticos para los profanos. Cogí la grapadora y empecé disparar
grapas al aire, cada vez que miraba la carta me daban ganas de golpear algo con
fuerza. Descargué mi rabia con el informe, separé unas cuantas hojas y las
grapé de un porrazo desmesurado, cogí un montón un poco más grueso y repetí la
operación con más fuerza, la grapadora fallo. Quité unas pocas hojas y aticé de
nuevo. Volvió a fallar. Miré las fórmulas impresas en las hojas, era algo que
había dado en clase y de casualidad recordaba. Repasé los cálculos y vi un
error. Una idea demencial cruzó mi mente. Separé la hoja con el error y volví a
grapar. Perfecto. Una voz en mi interior dijo: - ¿Por qué sino iba a guardar una grapadora en una caja fuerte como esa?-,
metí la hoja con el fallo de cálculo en la grapadora, la accioné con cuidado, la
primera grapa no ancló, las cuarenta siguientes tampoco.
Con un bolígrafo corregí el error, tachando un par de números
y poniendo el valor correcto al final de la ecuación, volví a grapar. A la
primera. No contento con esto, me lancé a la piscina, “prepárenme la
habitación en el manicomio, si puede ser
con vistas a la playa por favor”, escribí en un papel: (Esta grapadora sólo
grapa la verdad) grapé la hoja y se grapó, casualidad seguro, veinte grapas más
y no falló. Escribí (2+2=5), y las grapas no salían o se les torcían las patas,
durante veinte minutos estuve probando, tuve que abrir varios paquetes nuevos
de grapas y acabé empleando la maza porque la mano me dolía horrores. Taché la
incongruencia matemática y con auténtico pavor del resultado accioné la
grapadora….funcionó. No supe cómo
reaccionar, empecé a reír como un loco, llamaron a la puerta. Pedro entró sin
esperar mi permiso.- ¿Va todo bien? – Preguntó preocupado. -¡Claro que va todo
bien! - Contesté con una voz de demente, - ¿Por qué no va a ir
todo bien?, a partir de ahora TODO irá bien. – Siempre que pase por este
cacharro, pensé. – Estupendo, porque necesito ese informe lo antes posible, no
es cosa de broma. – Dijo algo desafiante. – Dame un momento, enseguida termino.
Hay un par de errores, ahora te los comento. - Decirle a un físico
diplomado, que me sacaba diez años por
lo menos, que había descubierto fallos en su trabajo me sentó de maravilla. El rostro de Pedro se tiñó de rojo. – ¿Un par
de errores? –Preguntó enojado. - Sí, ¿ves? – Se acercó a la hoja acribillada
por pequeños agujeros por los bordes. – Vaya, parece que te has ensañado, tu
padre también tenía esa manía de graparlo todo mil veces. Si quieres me lo
llevo ahora y corrijo esta parte mientras tu revisas el resto. - Dijo, ahora
más humilde. – Está bien.- Contesté. Estaba en la puerta cuando se volvió y me
dijo: -Por cierto, ha venido tu madre, ¿la hago pasar?- Me quedé de una pieza.
Noté cómo saboreaba mi reacción con deleite. No quise darle ese gusto. – Claro,
que pase, que pase.- Reaccioné.
Guardé la grapadora en el cajón y barrí las grapas con el
brazo. Crucé los brazos esperando a la mujer que un día llamé madre y hacía
diez años que no veía. No reconocí a la persona que cruzaba el umbral de la
puerta con confianza, como quién conoce el terreno que pisa. Por su aspecto no
podría tener más de treinta años, pero yo sabía que pasaba los cuarenta y
cinco. Una larga melena rubia enmarcaba una cara fina y delicada, delataba una
habitual consumidora de cosméticos anti-edad, las manos cruzadas sobre el
regazo, daba la impresión que lo más pesado que habían agarrado nunca, eran los
bolígrafos de los restaurantes para firmar la cuenta. – Martín, ¿cómo estás? -
Preguntó. Intenté poner un tono frío y neutro, - Bien, las cosas han marchado
bien sin ti mamá.- Dije. -Te he echado mucho de menos hijo. Tu padre no me dejó
alternativa, tú sabes que es cierto.- Hizo una pausa, sacó un pañuelo y se secó
las lágrimas. -Decía que se pasaba el día en el trabajo y estaba con esas
putas. Ya no podía sopórtalo más. He venido porque quiero que volvamos a ser
una familia. – Me tragué el nudo que tenía en la garganta y pregunté: -¿Por qué
no viniste al funeral mamá?, allí me podrías haber visto si tanto te importo
ahora.- Arranqué la última hoja del informe de Carlos, que apenas tenía unas
anotaciones y empecé a escribir mientras ella hablaba. -No quería verle hijo, ni siquiera muerto. Yo
gastaba su fortuna para reclamar su atención y te llevaba conmigo para que
vieses lo mucho que te quería tu padre, por pasarse el día trabajando y poder
pagar nuestros caprichos, ¡yo te protegí de la verdad!- Se acercó a mí y me dio
un abrazo empapándome en lágrimas. Yo Llevaba rato trascribiendo su discurso.
La separé con cuidado, abrí el cajón y saqué la grapadora. Se la quedó mirando
extrañada, no conocía de lo que era capaz. Mirándola a los ojos grapé la hoja
en la que había escrito su testimonio del por qué nos abandonó.
No tuve que comprobarlo, por el sonido supe que todo o parte
de lo que me había dicho era mentira, eso y los años de desapego por su parte
me bastaron. - ¿Sabes? Eso que has dicho… no me da buena espina.- Dije antes de
perder la calma.
– ¡¡¡Fuera de aquí!!! ¡¡¡No quiero volver a verte nunca, ¿me
has entendido?!!!- Me miró espantada, por su gesto supe que le acababa de
partir el alma en dos. La arrastré hasta la puerta cogiéndola del brazo. -
¡Largo! ¡Y no vuelvas! – Le seguí clavando toda la rabia de mi mirada hasta que
abandonó las oficinas. Los ingenieros presenciaron la escena atónitos. Volví a
mi despacho y releí la carta de mi padre, completamente grapada por los
bordes. “Siempre
te he querido”. Cuando entró Carlos me encontró llorando. –
Perdona, ¿es mal momento? si quieres vuelvo luego.- Preguntó comprensivo. -No,
tranquilo, ¿qué pasa? – Sí mira, es que en la última página de mi informe hay
una errata. Vaya, has escrito encima... ¿Ves? justo aquí.
sábado, 21 de abril de 2012
Microrelato: Despertar
Los dígitos del despertador se le
antojaban ojos que le observaban en la oscuridad, todavía no tenía muy claro si
con gesto de burla o de temor, ante las posibles represalias por ponerse a
sonar sabiéndole despierto, cinco minutos antes de las siete. Alzó el brazo con el puño preparado para destrozar el
pequeño artilugio electrónico, consiguió contenerse en el último momento. Anuló la alarma y dándole unos golpecitos
dijo: – Por hoy te has librado, mañana Dios
dirá.- Se sentó en la cama, se sentía más cansado que cuando se acostó.
Aunque ésa no era la palabra que definía su estado de ánimo. - ¿Vencido tal vez?, fracasado por supuesto,
humillado, engañado, traicionado.
Derrotado. Sí, tan derrotado como me sentí ayer y antes de ayer.-
Cinco años habían pasado desde que la
empresa hizo el ERE con el pretexto de pérdidas. Treinta años dejándose la piel
y así se lo habían pagado. ¿Pagado?, ni siquiera eso, aún no había visto un
céntimo ni del fondo de garantías.
Cincuenta y cinco años y en el paro. En
las pocas entrevistas que había hecho, le habían plantado delante unos
requisitos tan disparatados, que se quedaba atónito cuando le decían que el
sueldo sería de unos novecientos euros. Claro que al final siempre le acababa
llamando una jovencita para comunicarle que: “su perfil no se adaptaba al
puesto”. O sea que no querían a un maldito viejo.
Se levantó y fregó los pocos platos sucios
de la cena mientras preparaba café. – Por
lo menos he dejado el tabaco.- Pensó – He
tenido que dejar tantas cosas, el tabaco, el mercedes y a Mercedes. - Su
mujer lo había abandonado cuando dejó de
entrar dinero en casa. Ni siquiera se molestó en fingir la excusa de un amante.
– Te dejo, ya he malgastado demasiado
tiempo de mi vida contigo.- Rememoró las palabras de su exmujer. – Cierto, fue ella quien me abandonó.-
Se apoyó en mármol de la cocina, con
las manos aun mojadas. Al sentir la primera lágrima correr por su mejilla se
obligó a vaciar su mente de aquellos pensamientos, siguió fregando. – Eso es, mantén la mente ocupada, cuando
termines con la cocina te haces el baño que ya le toca.- Dijo. La expresión
le hizo recordar a Daniel, su ex jefe. – Cuando
termines de dibujar los esquemas limpia la mesa, que ya le toca.- Le decía
cada viernes por la tarde, y cada lunes la mesa estaba igual o peor que la
semana anterior. - Bendito cabrón, que
suerte tuviste de palmarla, y que a gusto te quedaste cuando le partiste los
morros al gerente.- Una idea cruzó su mente, desvió la vista y encontró lo
que estaba buscando, casi sin darse cuenta de lo que estaba pensando. Los
antidepresivos, junto a la botella de whisky, se los quedó mirando mientras
asimilaba el pensamiento suicida que
acababa tener. – ¿Y porqué no? Total, ya
no queda nada por luchar, nos lo pueden quitar todo, ¡nos lo están quitando
todo!, nos ponen un Barça Madrid y nos olvidamos del 15 M y todo lo que
representa. ¡A la mierda con todo! – Dijo. Cuando ya tenía la botella en la
mano, oyó un ruido, la cafetera. Se la quedó mirando, dejó la botella en el
mármol y apagó el fuego. – ¡Joder!, si
todavía no he tomado ni café.- El aroma a café recién hecho le templó lo
suficiente los ánimos como para tomarse un receso y ver las noticias. Se sirvió
una taza y puso la televisión.
Después de veinte minutos de desfalcos,
ERES, viajes del monarca a cazar elefantes y en general crisis, “perdón CRISIS
”, apagó la televisión. Echó un último vistazo al comedor, no era capaz de
evocar ningún recuerdo de aquella sala que le hiciera dar marcha atrás en sus
planes. En una estantería se encontró con un viejo álbum familiar escondido
bajo un fajo de revistas de su exmujer.
Lo desenterró de la avalancha de páginas
de moda e interiorismo y lo abrió. Se dio cuenta que estaba al revés demasiado
tarde, varias fotos cayeron a sus pies. Se arrodilló y cogió una al azar. Era
una foto en blanco y negro, tan vieja y quebradiza como hoja otoñal. En ella se
veía a un hombre de rasgos duros como la piedra, vestía pantalones de pana y un
chaleco de borrego. Posaba ante la cámara empuñando una especie de escopeta,
apoyándola en el muslo, como si fuese un cazador, pero sin la presa abatida
bajo la bota. Su mirada le llamó la atención, las décadas de encierro en aquel
álbum no habían conseguido robarle la determinación. Con solo mirarlo sintió
cómo una brizna de esperanza luchaba por abrirse paso en su pecho. Le dio la
vuelta, incapaz de enfrentarse un segundo más a ése rostro que parecía
gritarle. – ¡Tú eres capaz de lo que sea!
– Había algo escrito en el reverso: Valeriano
Porras Montero Revolucionario 1868. Su abuelo.
Él no tenía un trabuco, pero nunca se
le dio mal escribir, se sirvió una segunda taza de café y empezó un blog. -La revolución continúa.-
Microrelato: La maleta de Andrea
-
Con ésta van tres veces que deshago la maleta, pero es que en ésta no me cabe
nada. Mejor cojo la grande. El neceser,
secador de pelo, las cartas de amor para los vampiros… A ver ¿Qué más? ¡Las
zapatillas! ¡Por supuesto! no quiero que mis bonitos pies estén expuestos a
Dios sabe qué hongos, tendría que buscarme un novio micólogo... Ahora que lo
pienso, los zapatos rojos me quedarían divinos con el vestido negro, son tan
bonitos. – Saca los zapatos y se los
intenta calzar, pero le vienen pequeños. – Maldita sea, ¿tanto tiempo hace
que no me los pongo? ¿Y desde cuando engordan los pies? Recuerdo cuando Juan me
los regaló, era tan detallista. Fue decirle que me gustaba el color rojo y dos
de cada tres días me traía algo de ése
color. Un bolso, rosas, lápiz de labios... Por cierto, ¿Lo he puesto en el
neceser? Madre mía, que desastre... No acostumbro a pintarme los labios, pero
nunca se sabe. – Mete el pintalabios en
la maleta y se topa con un pañuelo para el cuello. – ¿Me estaré quedando
corta con la ropa de abrigo? ¿Qué tiempo hará? No se, mejor me llevo algo más.
Y el paraguas claro, con un poco de
suerte a lo mejor tengo ocasión de
compartirlo con alguien. Sí, eso es. Juntitos los dos bajo una suave lluvia
primaveral, notando el calor del otro, rozándonos como sin querer. Sería tan
romántico. – Se queda unos instantes con
la mirada perdida, sujetando el paraguas,
imaginando a su compañero en aquel paseo bajo la lluvia, casi le parece
sentir la humedad y el olor a tierra mojada. Un leve repicar la saca de su
ensueño.
– Andrea, ¿cómo tienes la maleta?- Le pregunta un rostro amable desde la
puerta. Andrea no responde.
-
Mañana sigues, es hora de acostarse. ¿Sabes ya dónde irás?- Andrea la mira como si no la viese.
-Bueno,
si ésta noche te acuerdas se lo dices mañana al doctor. Venga vamos a ponerte
tu pijama favorito.-
La enfermera tiene
que pedir ayuda al celador para quitarle el paraguas a Andrea y poder ponerle
la camisa de fuerza.
martes, 17 de abril de 2012
Monólogo: Test teórico
Sacarse el carnet de conducir, primero la teórica. Están los
que estudian, se pasan semanas y semanas rellenando test hasta que se saben de
memoria hasta las matrículas que salen en las fotos y claro, cuando llega la
hora de la verdad les entra el miedo escénico y suspenden. Éste no es uno de
ésos casos…
1: Si,
de noche, circula Ud. por una vía insuficientemente iluminada a más de 40
kilómetros por hora, ¿está obligado a llevar encendida la luz de gálibo en su
vehículo?
- ¿¡La
luz de quién!? Eso de Gálibo me suena a nombre del personaje del señor de los
anillos, bueno- pasa a la siguiente.-
2: En
las autopistas y autovías, ¿se debe circular normalmente por el carril derecho?- Que tontería, cuando me saque el carnet voy a poner mi Ibiza a 200 por lo menos. –
3: ¿Qué
alumbrado llevará encendido una motocicleta durante el día?
- El que
ha hecho éste test es un poco cazurro, si es de día ¿paqué va a tener los faros
enchegaos? El alumbrao del móbil como mucho si está enviando un whassap, ¡no te
digo! A mí me van a pillar con preguntas trampas de éstas…-4. ¿Dónde está permitido que viaje un niño que no alcance los 135 centímetros de estatura?
-¡Qué!
¿Una mierda niño en mi Ibiza?, que viaje con su puñetera madre. O en el
autobús del cole. ¿Y si le da por vomitar? ¿Quién lo limpia?, ¿¡el menda!? De
eso nada.-
5. ¿Cuál es la tasa de
alcohol máxima permitida a un conductor novel?
a) 0,25 miligramos de alcohol por litro de aire espirado.
b) 0,3 miligramos de alcohol por litro de aire espirado.
c) 0,15 miligramos de
alcohol por litro de aire espirado.
- Yami que
narices mesplicas lo que puede beber un premio novel, ¿pero esto qué es lo que
es?-
6. ¿Está permitida la circulación de animales por una carretera convencional?
-Poj
claro, mi madre siempre me obliga llevar a su perro amarrao en brazos mientras
saca la chola por la ventana, no vaya a ser que se le escape como el rocky, pos
no lo paso mal la pobre…-
8 Es considerado
vehículo especial...
7. Un
cuadriciclo ligero, ¿se considera un vehículo de motor?
-Si es
ligero no puede llevar motor, es de lógica, digo yo.-
a) El tractor agrícola.
b) El quad.
c) Las dos respuestas
anteriores son correctas.
- Hombre, si es como el
quad de mi primo que se lo ha maqueao guay, digo yo que sí.-
FIN
PD: Lo triste es que tarde o temprano aprobará. Mil perdones a los que tengan un Ibiza...
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