Fin

Cuentos para pasar un rato diferente. Se agradecen enormemente valoraciones constructivas. (No me ha gustado por " lo que sea" o lo contrario). Ésta es la página principal, a la derecha están las publicaciones, si no teneis demasiado tiempo escoged un microrelato, no os llevará más de 5 minutos leerlo.
martes, 12 de febrero de 2013
Relato ultracorto: El enamorado
lunes, 21 de enero de 2013
Microrelato: Mil flores
Sergio admiraba la explosión de
colores y aromas que cada primavera, poblaba aquellos prados por lo general
inundados por un monocromático océano verde.
Humildes margaritas, pitonisas
del sí o el no, compartían modestas el espacio con petunias de cien colores,
cada una dueña de su propia esencia. Dondiegos cuyas hojas asemejan el corazón
de la dama que se quiere encandilar. Claveles, flor de los Dioses, formando
pequeñas islas como haciendo piña. Tulipanes, indecisos la mayoría. Algunos eligen
el púrpura, los más osados. La mayoría no obstante se conforma con un neutro
tono blanco o rojo. Ostentosos crisantemos, incapaces de mantenerse en el
anonimato con colores y dimensiones modestas.
Todas y cada una de ellas serán arrasadas
en cuestión de horas, y es que el rebaño de Sergio tiene un paladar muy
sibarita.
miércoles, 16 de enero de 2013
Microrelato: La búsqueda
Le aseguró que allí la
encontraría. La biblioteca era una cordillera interminable de tomos olvidados e
historias huérfanas, todos los libros que alguna vez se hayan escrito y, por
prodigioso que pueda sonar, los que están por escribir. Ojeó escéptica al
principio, pero como suele suceder, se sumergió hasta casi quedar sin aliento
en pasiones y desdichas, teorías agnósticas
y místicas leyendas. Después de leer y releer todos y cada uno de los libros,
seguía sin encontrarla. Furiosa e indignada volvió con el falso oráculo. Lo encontró absorto
en la lectura de un volumen que le era desconocido. -Debe ser ése - pensó. Se
dirigió con paso firme hacia él y le exigió ver el libro. – Sí, aquí se
encuentra lo que andas buscando. Te lo entregaré gustoso, pero quiero algo a
cambio. Quiero que me entregues al ser
que crece en tu interior- le dijo señalando su incipiente vientre. Horrorizada
contempló como el sabio transmutaba en un ser diabólico. Intentó correr, pero
el terror la tenía presa. En el último instante se despertó. Torpemente se
dirigió al baño, frente al espejo se preguntó si realmente había perdido la
esperanza. Acarició su vientre y dijo, jamás.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Microrelato: A medianoche
Perezosas las agujas del reloj del ayuntamiento se
acercan a la media noche, será mejor que
me de prisa. Cruzo la plaza de la Vila hasta mi ático en la calle San Carlos,
que irónico que todo vaya a suceder en tan consagrada vía.
Puedes invocar presencias demoníacas
con un espejo, una vela y recitando ciertas palabras mágicas. Aunque verle el rostro a uno de esos entes,
puede trastornar a la mayoría de personas. Muchos iniciados lo han conseguido, se
los encuentra días más tarde con las venas cercenadas, tomando un sucio baño de
su propia sangre y demás fluidos corporales, con la vela ya consumida y una
mueca de terror en el rostro. ¿El propósito de la invocación?, la misma
historia de siempre, un amor no correspondido, ansias de poder o venganza. Pero
el mío es otro muy diferente.
Estreno traje, chaqueta y pantalones
negros combinados con una camisa rojo sangre, no es por presumir pero estoy
hecho un pincel. Enciendo la vela, la llama no debe reflejarse en el espejo.
También es nuevo, lo compré especialmente para la ocasión. Mi pequeño salón es
testigo de la invocación, empiezo a sudar, la temperatura ha subido diez grados
en cuestión de segundos. Ya la veo, su piel es terciopelo rojo, su mirada me
hipnotiza como lo hizo la primera vez que la vi matar. Se abalanza sobre mí, mientras
me desgarra el cuello la beso con locura, lo último que veo es como se
desvanece en el espejo, muero feliz.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Viciada
Raquel volvía de su visita
mensual con el Doctor Roberts, su terapeuta. Cincuenta minutos para desgajar su
media naranja. El buen doctor concluía los diez restantes de la
cara hora de consulta con el frío consuelo del psicoanálisis, esos lógicos
consejos eran lo poco que mantenía su relación a flote. Raquel sentía que era la única que se empeñaba
en achicar agua de aquel navío, cuyo
rumbo había caído en el olvido tras tantos golpes con inamovibles rocas de
terquedad, egoísmo e inmadurez. Si bien
en las primeras sesiones se sintió esperanzada y aliviada tras desnudar su alma
frente aquel desconocido, en los últimos tiempos abandonaba la consulta con la
desagradable impresión de saberse estar haciendo algo mal, como si estuviese
fallando a su mejor amiga o peor aun, a si misma.
Caminaba cabizbaja, con aquella
sensación lastrando su ánimo y paso, cuando recordó que su mecánico la había
llamado horas antes para comunicarle que ya tenía el coche arreglado. En
cuestión de minutos llegó al taller. Su viejo amigo motorizado, con el que
tantos momentos había compartido, y que tantas veces la había dejado tirada en
mitad del camino, esperaba dócil en la
puerta, una recia figura junto a él frotaba vigorosamente el capó.
-Buenas tardes Juan-
dijo Raquel, el saludo sobresaltó al destinatario, uno de esos hombres con los
que a Dios se le fue la mano con la argamasa y le dio pereza enmendar el
exceso.
- Raquel, me alegro de
verte. Me coges dándolo el último repaso, a ver si de una vez por todas consigo
quitarle esta maldita mancha. Dijo mientras se limpiaba las enormes manos con
el mismo trapo mugriento con el que instantes antes frotaba la superficie del
capó.
- Déjalo, ya me he
acostumbrado a verla, no sería mi coche
sin ella. Contestó Raquel pasando la mano por el oscuro
antojo que año tras año parecía crecer milímetro a milímetro. Ensimismada con
el frío tacto del metal, mullida entre gratos recuerdos de los primeros años de
su relación, dijo como para si. – Parece mentira como nos vamos
conformando con los pequeños defectos de las cosas y hacemos la vista gorda
hasta que olvidamos cómo deberían ser.
El tranquilo tono de Juan se
transformó en un alarido mal contenido. – ¡Eso es un vicio
que tienes! Desde que me traes el coche siempre pecas de lo mismo, y mira que
te aviso, vas dejando las cosas, pensando que quizá se arreglarán solas, o que
no será nada y al final te acaba dejando tirado el coche, aunque el pobre te
intente advertir a su manera, no haces nada por arreglarlo- Raquel
escuchaba atónita la reprimenda. – Mira, las personas son como las
máquinas, por su fabricación o su entorno o quién las maneja, van cogiendo
pequeños vicios. Mi trabajo como mecánico es reparar las averías que vienen
generadas por los mismos y evitar que la máquina o los coches en este caso, te
dejen tirado cuando menos te lo esperas. En muchas ocasiones, por desgracia
alguna gente adquiere vicios que al igual que las máquinas son muy difíciles de
reparar o corregir. ¿Me entiendes?
Raquel lo entendía, vaya si lo
entendía, preguntó; - ¿Y qué haces cuando un coche te deja
tirada tantas veces que llegas a tener miedo de cogerlo por lo que pueda pasar?
-Eso depende de cada
uno, yo desde luego me habría desecho de este trasto hace mucho tiempo, la
verdad no sé qué le ves. Imagino que le tienes cariño por el tiempo que lleváis
juntos, pero hay que saber desprenderse de las cosas que no funcionan antes de
que nos hagan daño de verdad. Es una inversión que tarde o temprano sale cara.
Juan tardo unos instantes en darse
cuenta que Raquel no le escuchaba, parecía estar escribiendo un mensaje con el
móvil, la vio rara, diferente. No supo que era hasta que escuchó el tono de su
voz, más firme y maduro, desprendía determinación.
– Juan, ¿verdad que me vas harás un favor? ,
dijo.
- Dime, ¿quieres que le
mire el aceite o algo más?, contestó intrigado.
- No, deshazte de este
coche, me da igual si lo vendes o lo despeñas por un acantilado. Ya le he dado
demasiadas oportunidades, y está claro que no cambiará.
No le dio tiempo a réplica alguna, se
fue a casa dispuesta a emprender una nueva vida, una vida sin vicios.
Novena sinfonía.
Pequeños acordes se vislumbran al
alba, discretos casi tímidos, podría parecer que se baten en retirada. Pero
nada más lejos de la realidad, rompe la espesa bruma una poderosa declaración
de intenciones, un ejército incontable de violines, chelos y tambores, quiebra la quietud de la
mañana como tormenta vengadora. El suelo tiembla, filas infinitas de
batallones, pero solo es el principio. En la retaguardia el viento es domado
por flautas y fagots, trompetas y trombones. Ya el ejército está formado, guardan silencio.
No puede haber una estrategia sin saber qué es capaz de hacer cada uno, cada
batallón demuestra de lo que es capaz frente a los otros, desfiles de notas de
menor a mayor, de mayor a menor, se superponen, se interponen y yuxtaponen en
frenético y a la vez marcial baile. Después de un suave movimiento, como haciendo
sitio, los instrumentos dejan paso a una voz. Al principio está sola, es profunda,
llena de fe y determinación. Al poco la
escena se inflama con cientos de ecos que parece serán eternos. Y por si algún
alma humana o divina pudiese permanecer impasible a la magnitud de tal muestra
armamentística, se le unen los tibios instrumentos de madera, cuerda y metal,
sabiéndose secundarios del prodigio teatral. En el centro de aquel océano de
almas destaca una, la única a la que se le permite sucumbir a la pasión de tal
exhibición. El incansable general marca el ritmo, contenido a veces, frenético o alegre, sin él
reinaría el caos.
Demasiado tarde, casi al final,
la vergüenza del desatino, como quién tarde se percata de que se ha equivocado
de casa y se despide esperando no haber causado demasiadas molestias,
enmendando lo poco que puede mientras se repliega en presta retirada.
http://www.youtube.com/watch?v=tpGSzH0Wlls
domingo, 29 de julio de 2012
La princesa Patricia
Patricia despertó aquella mañana
como tantas otras, con el príncipe del reino de los sueños incapaz de dejarla
marchar, siempre igual, se abrazaba a ella en un vano intento de arrastrarla de
nuevo a la cama, pretendiendo que compartiera con él su corona intangible, era
un personaje de lo más insistente e irritable. Consiguió deshacerse de él, tras
frotarse la cara enérgicamente en la pica laboriosamente trabajada que adornaba
su dormitorio. La preciosa asistenta elfa apareció presta para ayudarla a vestirse
y asearse, como no podría ser de otra manera teniendo en cuenta su noble linaje.
Ella era la princesa Patricia, conocida en el ancho mundo por sus habilidades
mágicas y su extraordinaria belleza.
Una vez vestida, se dirigió
acompañada de su inseparable asistenta al comedor. Allí le esperaba un
maravilloso banquete preparado por los mejores chefs. Huevos de fénix, leche de
hipogrifo y las frutas más dulces y exóticas, recogidas una a una por sus
fieles sirvientes. Con el apetito saciado empezaba la ajetreada rutina de
la princesa.
Se dirigieron a las cuadras, el
carruaje real era tirado por un descomunal corcel color gris, adornado con el
escudo del reino, cuatro anillos que representaban los cuatro pueblos libres de
la alianza, aquella mañana irían al cuartel general. Su inigualable
inteligencia, era un pilar irremplazable para la guerra contra los gigantes.
Una vez allí se le informó de las novedades en la batalla, le encasquetaron la
coraza en previsión de un ataque por sorpresa y le facilitaron los planes de
batalla del día.
- Patricia es
una niña muy guapa, ¿a que sí?- Dijo la profesora del colegio de educación
especial, cerciorándose de que tuviese suficientes lápices para colorear los
dibujos que la tendrían ocupada el resto de la mañana.
- A veces creo
que vive en otro mundo, sabe usted. Dijo su madre a la profesora, mientras
acariciaba la cabeza de su hija con dulzura.
-Sí, parece
que a los autistas este se les queda pequeño.
FIN
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